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viernes, 25 de diciembre de 2009

CUARTETO DE CUERDAS. VERANO, LAS CUATRO ESTACIONES - VIVALDI



Después de todo lo único que queda son aquellos suspiros y sí, quizás un poco las ganas de lo que no se hizo. ¿Valdrá la pena? Como tantas veces me pregunto, ¿valdrá la pena? Cerrar los ojos, despojarse de eso que incomoda y el deseo de no ser percibida.
No basta. No basta un corazón deseoso ni una mente nublada en pensamientos. Y piensas si la lluvia es el agregado o más aun, la guinda de la torta. Te llama, te llama y te envuelve. Traspasa los poros y la dejas ser. Algo que cae del cielo no puede ser más que maravilloso.
Imaginas como sentirte más miserable aun. La escena perfecta, digna de ser retratada. Qué curioso que me llene el espíritu, que me haga sentir menos insignificante. Algo así como el color exacto o el hermoso acorde de un violín.
Recuerdo. Recuerdo ese sonido que eleva, que se envuelve con mi alma de tan exquisita forma que soy capaz de dejar de existir en aquel instante. No, no cierro los ojos. ¿Y perderme lo real volviéndose tan indistinguible? Un mareo que agrada y los violines que en cada nota parecieran cortar delicadamente sobre mi piel. ¡Presto, presto!
Bosque, lluvia, oscuridad.
Corre.
Dolor, lágrimas, rodillas sucias.
Llora.
Un sollozo y todo acaba. Así, sin más, todo acaba.
Odias y que importa, mientras sea a ti misma. Lo demás se va, se va como siempre. ¿Qué es lo que queda? Arrepentimientos, miedos, heridas. Me sorprende que la flor no haya muerto todavía. Tan aplicable a mí.
¿Y cuál sería la diferencia? Si nada fuese como ahora ¿cuál sería la diferencia? Pues, no he de pensar mayormente en eso. Sólo sé que al menos, en una noche como esta, podría simplemente cerrar suavemente tu mano.



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