ROCKET SCIENCE

Una comedia indie amarga con un adolescente que se enfrenta a las verdades esenciales de la vida rodeado de adultos pintorescos; ese género representado por cintas imprescindibles como ACADEMIA RUSHMORE, THE SQUID AND THE WHALE o JUNO.

Esta cinta se vale de una competición típicamente americana para vertebrar su historia: los debates de política por grupos, consistentes en introducir en el menor tiempo posible el mayor número de argumentos a favor o en contra de una determinada cuestión. Y en su centro colocan a un muchacho tartamudo, Half Hefner, reclutado para el equipo de la escuela por una maquiavélica chica, Ginny, de la que se enamora perdidamente.

Un filme convencional convertiría el Amor en el motor que libera la voz de Half y le hace triunfar en el Gran Debate Estatal, pero no es esperable este tipo de sobadas soluciones en una película que viene de Sundance (premio al mejor director). El odio tendrá tanta importancia como el amor en el (pequeño) paso que Half dará en su conocimiento de la vida. Tal es así, que uno de sus gestos de despecho, arrojar el chelo de la madre de un amigo contra la ventana de la casa de Ginny, se propone como metáfora de su emancipación verbal: !Arroja el chelo!, le grita el inesperado compañero de fatigas que encuentra al final de su patética odisea.

En Rocket Science todo está en su sitio, desde la dirección (de corte clásico, transparente, precisa y sensible) hasta el guión (que esquiva los tópicos hollywoodianos para desembocar en un final sencillo y conmovedor), pasando por la banda sonora (excelentes composiciones de Eef Barzelay). Mención aparte merecen las interpretaciones de los protagonistas: Reece Thompson y Anna Kendrick y las estupendas intervenciones de la voz en off que le dan al relato un aire de cuento agridulce.